DE GUIRIS Y DIOSES: Nicolás Laiz Placeres

 

El paisaje de Lanzarote ha sido desvirtuado, empujado fuertemente desde la peana donde permanecía impávido. Nicolás Laiz Placeres ridiculiza y, al mismo tiempo, enaltece la sublimación de la naturaleza, siendo la total protagonista de esta exposición. Adhiere, destruye, aplasta, erige y (des)compone. E insiste. El paisaje como souvenir turístico, como un collage de (falsas) experiencias recicladas y preestablecidas.

 

Teniendo en cuenta que el artista procede de una de las grandes zonas turísticas de España, su obra adquiere un matiz sociológico muy interesante. Sitúa al turista empequeñecido dentro de la obra-souvenir, la cual está compuesta de objetos, unos reales y otros no, de merchandising comercializado en la isla. Al final, Laiz Placeres riza el rizo, habla de metasouvenir.  Pero no es un souvenir al uso, engendra piezas con el objetivo de espantar al guiri, objetos con los que busca provocar que el turista no sienta el interés de viajar a Lanzarote (y no es lo mismo ser turista que viajero).

 

El artista emplea la propia idiosincrasia insular como punto de partida, descubriéndose estatuillas aborígenes (ídolos de Zonzamas) realizadas en resina y rellenas de plástico que localiza en las playas, que no son más que residuos a modo de un segundo turismo. Destruye el objeto único (el ídolo) y lo convierte en una repetición, pero no es la típica reproducción debido a que no son copias exactas. No duplica de manera mecánica ni produce elementos clonados sin identidad, sino que cada pieza tiene su propia historia, permitiendo que se multipliquen las lecturas y los significados.

 

 

Tal vez comprar un souvenir es siempre adquirir un objeto que hasta cierto punto

implica una ceremonia ritual, la de llevarse a casa un fragmento del Otro,

una parte del Otro que a fin de cuentas simboliza su totalidad misma.1

 

 

En un intento por profanar la adoración extrema al turismo, Nicolás Laiz Placeres ejecuta paralelismos con la escultura de los Bakongo (costa atlántica de África). La relación va más allá de lo anecdótico, no hay que olvidar que la propia historia de la isla y la procedencia de sus habitantes están ligadas al continente africano. El artista habla de idas y vueltas, de desplazamientos atemporales y reincidentes. Remite a las representaciones religiosas africanas, fetiches que pueden ayudar en momentos de necesidad incluso haciendo el mal, pero siempre a cambio de una ofrenda. Cada persona que le hace el ofrecimiento al fetiche le incrusta clavos o cuchillos, poniendo su marca, y al final va deformando o transformando la propia divinidad.

 

Nicolás Laiz Placeres ha cogido una hormigonera y ha metido unas paladas de estridencia cromática, cuatro kilos de saturación, una caja de historia, siete litros de seducción, ciento dos cactus y mucha ironía gamberra (de buena calidad, nunca de la embustera). La composición resultante es fuerte, no apta para guiris y dioses.

 

 

Adonay Bermúdez

Comisario de la exposición

 

 

 

1.DE DIEGO, Estrella: Rincones de postales. Turismo y hospitalidad. Cátedra. Madrid, 2014. P 108.